martes, febrero 20, 2007

En sus ojos ví una lágrima (una lágrima asomada?). Era apenas un esbozo de lágrima, un reflejo, porque lo mío no es tortura, es simplemente el hecho de haberlo tocado.

Él insistió:

- Mi razón me dice que escape a tiempo, debo atenderla.
- Y tu naturaleza? –le pregunté- qué te dice?
- No la escucho… tengo que escapar. Mientras esto era un juego todo estaba bien, pero ahora se va poniendo serio y no puedo.

Y yo... sensata yo, pregunté qué le hizo suponer de entrada que era un juego cuando nunca es un juego; si bien por otra parte debemos reconocer que el amor es juego, sí, como la ruleta rusa es juego, como la vida misma.

Se ve que de alguna manera en aquel momento tan cargado, mientras hablaba con él, yo ya iba adelantando esto, ya estaba metida en este cuerpo que hoy escribe y a la vez quiere ser escrito. En este cuerpo no hay distancias de tiempo, ni miedos al futuro, sólo un deleite del aquí y ahora, de la entrega al placer envolvente y combinado del acto del amor en el acto de la escritura; quizá no simultáneos, sí parejos en idéntico dejarse ir, en cabalgar la ola.

Este hombre, es hombre que quiere cortarse el dolor físico, que se hizo cercenar un nervio para evitar la transmisión del alma al cuerpo, aunque él crea que fue por motivos de úlcera. Problemas de estómago, esa parte del cuerpo que digiere más emociones que alimentos. Ahora dice estarse enamorando de mí… y quiere cercenarme, y no puede y a la vez yo no puedo permitírselo. Quiero acariciar heridas y no heridas. Quiero acariciar, y punto. En tacto fue ayer –contacto- la apropiación es hoy, mañana será el remordimiento o no, la pérdida o no: la transmutación alquímica, es decir el espejo que nos permite entendernos un poquito mejor al entrar en contacto con el otro. Nos teníamos muchas ganas, muchas ganas nos teníamos y seguimos teniéndolas. Pero él ahora dice que no y aunque a veces es sí, el "no" flota sobre nuestros cuerpos densificando el aire…

Igual me siento feliz por nuestro encuentro. Soy la bella durmiente del bosque y la despertó un beso. Un beso, ese algo tan despertante abriendo ventanitas que amenazaban con permanecer cerradas. Algunas duelen pero es un dolor familiar, reconocible. Ahora también está la bronca, dragón soplando fuego (la frase es de él).

Todo esto provocado por un autodefinido tímido. Y quién quiere avasalladores?

Con él hablé poco, pero hablé y supe callar tupido, por una vez supe callar tupido, creí haberle hecho bien y ahora con esta palabra escrita, sé que él me hizo bien a mí.
Una caricia dada es caricia recibida. Un bien que nos hicimos mutuamente y ahora no tiene sentido la frase final que me tenía reservada. Amanecí con la frase y sé que es cierta…
No se la tiró encima –delicado equilibrio insoportable- pero igual la anoto como un credo:
El único pecado de la carne es no atender los reclamos de la carne.