viernes, diciembre 05, 2008

Insomnio (Desesperado)


Mis ojos que pueden mirar embelesado tu cuerpo desnudo, tus senos de amapolas, tu boca de ciruela, también vieron tantas atrocidades.
Quisiera dormir abrazado por tu olor y tu sonrisa, pero el sueño no me llega. Cierro los ojos como si cerrara una ventana y debajo de mis párpados sólo quedan los horrores que dilataron mis pupilas de dolorosas sorpresas.
Veo la mano que dispara contra un muchacho y lo veo a él quebrado; Siento la fría boca de un revólver en mi cuello y trato con todas mis fuerzas de sustituir esa helada sensación por la tibieza de tu recuerdo, pero es inútil. Sigo despierto con los ojos cerrados, y es increíble la cantidad de imágenes que aprisiono en tamaño natural y con sus correspondientes entornos bajo el mapa de piel movediza y frágil de mis párpados.
Dicen que estoy mal de la cabeza, que tengo delirios. Y es verdad.
Estoy mal de la cabeza pero no deliro. Estoy empantanado en los recuerdos dolorosos; necesito que alguien me socorra antes de que estos fantasmas diabólicos que mi memoria se niega a borrar estalle mi cabeza en pedazos, como la de aquel chico quien delante de mis ojos liberó su mente de tanto calvario; recuerdo que grité, grité y grité hasta que una especie de noche repentina cayó sobre mí y me hundió por un tiempo en un pesado e irremediable silencio.
Se me confunden los hechos y el tiempo en que ocurrieron. No sé cuáles están antes o después. Traté de olvidarlo y lo logré bastante tiempo. De vez en cuando se presentaba como una náusea repentina, vomitaba en el lavabo y desaparecía dejándome una amargura picante en la garganta.
No puedo hilar las secuencias en que ocurrieron los hechos.
Además confundo las heridas propias con las torturas ajenas y hay momentos que no puedo separar las que padecí yo y las que vi padecer a otros. Los gemidos de agonía y dolor llenan mis oídos de susurros tormentosos.
En el tiempo que yo llamo del silencio, cuando me colocaba una sonrisa para salir a la calle, y puteaba o lloraba a escondidas todas las barbaridades y, aseguraba con voz reposada que aquí todo estaba bien.Yo vivía tranquilo, salvo los ataques esporádicos de náuseas.
No estoy loco. Si hablo todo el tiempo hasta que la saliva se me espesa en la boca es que estoy tratando de echar afuera los demonios que amenazan con estallar mi cabeza y mi pecho...
Dicen que estoy muy acelerado y que puedo ser peligroso. Que no
coordino mis ideas, porque de repente hablo de tu piel de alelí y tu boca de ciruela madura... es que trato de llenar con el aroma de tu recuerdo mi memoria.
No soy perfecto, pero trato de ser mejor cada día.
Fue con la palabra insomnio. Desde entonces no duermo y hablo y hablo sin parar día y noche sin decir una palabra, y el recuerdo de tu cuerpo desnudo y tus pechos de amapolas es cada vez más incierto.
¿Estás? Sí. Sé que estás cada vez que siento las caricias del sol cuando me llevan al jardín y pienso que también tu piel la está sintiendo...